martes, 25 de noviembre de 2014

El Agujero

Aprovechando que he encontrado dos viejas diapositivas de uno de esos días que nunca olvidaré, voy a aprovechar para contar una mis "batallas".

Aunque en las fotos no lo parezca, aquel día en El Agujero, rompían dos metros bien puestos, las fotos siempre impresionan menos que cuando estás ahí, al igual que las olas siempre impresionan menos desde la seguridad de la orilla que desde el agua.

En esta primera foto, tomada desde tierra con el teleobjetivo vemos a Oliver Herrera cogiendo una de las olas de serie.

Esta es de las pocas fotos medianamente utilizables de mi sesión desde el agua, estaba demasiado lejos y demasiado nervioso para hacer nada bueno.

Aquel día yo no tenía que haber entrado a hacer fotos desde el agua, las condiciones superaban tanto mi nivel en olas como mi preparación física (aunque la ola no se vea muy grande, lo cierto es que es una ola que rompe con fuerza sobre fondo de roca), pero tras bastante rato de estar haciendo fotos con el teleobjetivo y ver que ni una gota caía fuera de sitio, al final decidí entrar pensando que era fácil mantenerse en el canal fuera de peligro; craso error, como oí decir a alguna vez "entrar en olas grandes no se trata de si tienes nivel para surfearlas si todo sale bien, se trata de si estás preparado para aguantar en caso de que todo salga mal".

Al poco de estar en el agua, no se si por cambio de marea o quizás por un cambio en la dirección de la fuerza, lo cierto es que empezaron a entrar series que pasaban de largo en el pico pero que rompían con toda su potencia como un gran cerrojo a lo largo del canal. Yo ya había hecho fotos desde el agua con anterioridad en ese spot, pero con tres cuartos como mucho y ya sabía de la potencia de la ola y de hecho también me conocía esas series rodadas que no rompen en el pico y te calzan en el escape, por suerte eso hizo que viese venir la serie y escapase a tiempo antes de que me pillase, pero una vez estás fuera en aguas profundas, aunque estés a salvo, tarde o temprano hay que volver a tierra y para eso hay que atravesar la rompiente.

Conseguí tranquilizarme un poco e intenté ver la periodicidad de las series rodadas y en lo que contaba olas y series, Ardiel Jimezez que remontaba al pico y me debió ver la cara de susto, se ofreció a ayudarme a volver con el bugy, pero le dije que de momento no hacía falta que si me veía más apurado ya le daba el toque; total que en estas el mar se queda calmado entre series y pienso, vale, a la siguiente calma tras una serie, salgo disparado, pero entonces algo me dijo que no, que el momento era ahora y salí disparado aleteando con todas mis fuerzas hacia la orilla, me sentí como en los dibujos animados en los que las piernas se convierten en un molinillo difuso que gira a toda velocidad, no paré de correr ni al llegar a las rocas, pisé todos los erizos sin ni siquiera sentir el dolor.

Una vez en tierra, a salvo, miro mis pies y algunas de las púas de erizo, habían atravesado incluso la parte dura de la pala de la aleta y por suerte al quitarme las aletas me quité muchas de las púas que se me habían clavado pero salieron pegadas a la goma de las aletas.

Es curioso lo relativo que es el concepto de "grande" en especial en lo que al tamaño de las olas se refiere, lo que para unos puede ser divertido a otros les puede parecer mortalmente peligroso, para mi al final aquello se ha convertido simplemente en una anécdota, pero lo cierto es que aprendí mucho de aquella experiencia de la que llegué a pensar que no salía con vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Preparado en el Mediterraneo que parece que se mueve, suerte y a ver si llega algo :).

Saludos Dani dL.

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